Nunca calificaría a los italianos como “gente educada”. Cuando llegas a un sitio y saludas, no te responden. Recuerdo que la primera vez que viví aquí, allá por el 2003, me empeñé a enseñar modales a los bibliotecarios del centro en el que trabajaba. Cada vez que llegaba decía “buenos días” y cada vez que me iba “hasta mañana”. Tardé tiempo, pero al final respondían a mis interpelaciones. Esa batalla la mantengo y voy consiguiendo resultados.
Pero, sin embargo, impresiona realmente coger un medio de transporte público y ver cómo todo el mundo cede su asiento. Si va un anciano, va sentado. Alguien, uno u otro, le deja su sitio. En los últimos meses vi dos escenas que me impresionaron. Primera. Una señora embarazadísima que se levantaba para dejar su sitio a un anciano. Segunda. Una señora de mil años que se levantaba para dejar su sitio a una chica que estaba embarazada.